Buscando la originalidad, por Jaume Sellart

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Introducción: ¿Qué es originalidad?

Empecemos con una definición: una obra original es aquella que no se ha hecho o visto nunca antes, o que sirve de muestra para obras posteriores. De hecho, se puede diferenciar entre obras que son originales de forma absoluta y otras obras que no lo son. Las absolutas son aquellas que realmente no tienen antecedentes de ningún tipo. Serían, por ejemplo, las pinturas rupestres, el concepto filosófico de Aristóteles de ser-potencia, o la producción en cadena, de Henry Ford.

Muchas veces decimos: «¡Qué original!«, refiriéndonos a un concepto o idea que tenemos o vemos, pero, frecuentemente, esa idea no es realmente original. Puede ocurrir que simplemente esté deslocalizada, es decir, que sea original en un entorno, pero globalmente no lo sea.

Por ejemplo: los impresionistas del siglo XIX y su relación con el arte japonés. En aquel tiempo, empezaron a llegar mercancías de Oriente a Europa y algunas de ellas venían envueltas en grabados japoneses originales. En Japón, estos trabajos eran más bien despreciados como un arte menor, ya que llevaban cientos de años con ellos.

Cuando los pintores impresionistas vieron aquellas obras, empezaron a coleccionarlas y a tomarlas como referentes de originalidad.


Curiosamente, al mismo tiempo, a Japón llegó la influencia occidental, sus imágenes del mundo cotidiano hicieron mella y produjeron un brote de originalidad en el arte japonés. Esto es una muestra de que globalmente, ninguno de los dos era original, sin embargo, cada uno en su ambiente sí lo fue.

Hasta aquí queda claro el carácter relativo del término original. Sin embargo seguimos otorgándole gran importancia. ¿Por qué?

 

El porqué de la originalidad

¿Por qué se crean obras originales? ¿Por qué nos resulta importante encontrar algo original? Las razones son muchas y variadas.
● A veces la originalidad viene a consecuencia de un cambio tecnológico. Nuevas herramientas posibilitan expresar ideas de una manera más contundente o desde otro punto de vista. El cine, en sus inicios, y las nuevas técnicas de películas como Matrix nos dejaron boquiabiertos.

● A veces ocurre que la originalidad se convierte en una necesidad social, sea por romper con lo establecido y habitual, por cambiar las reglas de juego, como reacción ante una nueva situación social, o simplemente por un criterio individualista. Por ejemplo, los grafitis son un formato original de pintura y una reacción artística que en parte expresa descontento social. Nacen de una reacción de inconformismo.

Banksy (1975-)

En ocasiones, un gran cambio social exige una reordenación de funciones y tareas, por ejemplo, tras la Reforma luterana de la Iglesia, la Revolución francesa o la Revolución industrial: el artista pasa de decorar iglesias con escenas divinas a expresar su yo más personal e individualista.

● Por otra parte, es algo inherente al ser humano. Nos «aburrimos» de lo que nos resulta cotidiano. Existe la necesidad de aportar ideas nuevas y de recibir nuevos estímulos. Los mayores logros, al volverse habituales, pierden la frescura y aquello que los hacía especiales: dejan de interesarnos. Esto ocurrió con Picasso y el cubismo, o con Gauguin, que asqueado del mundo occidental se fue a la Polinesia y desarrolló una obra muy original.

Picasso (1881–1973)
Gaugin (1848–1903)

 

Podemos encontrar mil motivos que justifican o avalan la necesidad de originalidad. Sin embargo, la originalidad no se puede buscar. El hecho de buscarla es condición suficiente para no encontrarla. No vamos a ser originales porque queramos ser originales.

¿Acaso Van Gogh, Gauguin o Cézanne, al plasmar sus obras, tenían intención o necesidad de ser originales? Eran unos completos desconocidos en su tiempo. No tenían intención de ser originales, tenían la necesidad de expresar su Yo más profundo, recuperar la esencia humana o estudiar y resolver un problema técnico-artístico.

Originalidad y creatividad

¿Cómo se crea una obra… original? Para que una obra sea original, no basta con que salgamos una mañana por la puerta de casa, cámara en ristre con la firme intención de hacer «algo» especial y único.

Para que una obra sea original primero debe existir la obra, que es la materialización de una idea mediante un trabajo. Y se debe dar el caso de que esta obra sea singular, ya en forma, ya en contenido. El carácter singular de la obra establece la necesidad de que se genere a través de un proceso creativo, al no existir referente previo. Pero… ¿cómo se desarrolla este proceso en cada individuo?   

    1. YO, factor interno

De una forma muy simple, nuestro cerebro se divide en dos partes: lado derecho y lado izquierdo. El lado izquierdo es nuestro lado analítico y racional. El lado derecho corresponde al funcionamiento sintético e intuitivo. Ambos son bombardeados con información de lo que ocurre a nuestro alrededor. El lado izquierdo va analizando y catalogando. El derecho, siempre oculto a nosotros, va sintetizando y globalizando.

A veces ocurre que, desde mi interior, sin previo aviso, me es revelada una idea o un evento que me conmueve y desvía mi atención. Esto es una intuición: el germen a partir del cual surge una idea. La propia palabra surgir ya implica que viene desde nuestras profundidades. En este momento, el lado derecho del cerebro ha actuado y revela esa idea al lado izquierdo. En caso de que tengamos la necesidad de expresarla, iniciaremos el proceso de desarrollar dicha idea para eventualmente llegar a realizar una obra. El lado izquierdo inicia un proceso de elaboración de la idea para darle un formato «razonable».

Hasta aquí, parece que todo viene de dentro, pero como ya he comentado antes, ambos hemisferios cerebrales son bombardeados con información de lo que ocurre a nuestro alrededor. Es decir, que vivimos y pensamos en un entorno que nos condiciona. Y esta circunstancia se da, lo queramos o no: somos el resultado de nuestra cultura, nuestra educación y nuestra historia personal.

    2. Todo lo demás: factores externos
Tecnología (técnica y herramientas)

Las herramientas con las que contamos son distintas a las del pasado y nos permiten nuevas formas de expresión.

Es posible que Mozart, con los medios actuales, hubiese realizado una obra más extensa, o tal vez hubiese pasado inadvertido. Tal vez, Beethoven no hubiera sido capaz de crear su Himno a la Alegría con un audífono, o tal vez hubiera hecho mucho más.

La tecnología aporta nuevas visiones a los mismos problemas, pero también abre nuevos caminos inimaginables anteriormente. De la misma manera, al simplificar y automatizar tareas, nos oculta muchos procesos que dejamos de aprender y controlar. Podemos volvernos esclavos de la forma en la que trabajan las herramientas que utilizamos.

Formación

En nuestro crecimiento, en el camino hasta lo que somos ahora, vamos formándonos mediante distintos procesos. Los estudios o cursos que hemos realizado, el trabajo que desarrollamos, nuestro día a día, deportes, conferencias…, todo ello nos aporta conocimientos y formas de ver las cosas. Es necesario ser críticos con todo lo que nos rodea, pero no cerrarse en banda. Intentar extraer lo que nos es útil, lo que nos alimenta, y descartar lo que no aporta nada, ni siquiera entretenimiento.

Después, hay que ser autocrítico: revisar lo que hacemos, el cómo y el porqué. Muchas veces no hay respuesta, pero la simple pregunta siempre nos llevará un paso más allá en nuestra evolución. Es bueno marcar hitos en los que decidir si vamos a seguir el camino que hemos empezado con convencimiento, o si hemos entrado en un sendero de inercia y nos conviene tomar otro.

Entorno (público, mercado…)

La visión de un amateur es muy distinta de la de un profesional. Un profesional tiene la necesidad de dar al mercado lo que este le pide, lo cual seguramente condiciona en gran manera su obra.

Un amateur es un privilegiado en este sentido. También está influido por un «público» que le dice lo que le gusta y lo que no, pero ello no tiene que condicionar su sustento ni, mucho menos, su autoestima. A menudo son amigos y familiares, que no están en nuestro ambiente fotográfico y que, por tanto, no están contaminados por las influencias de nuestro medio. Esto es bueno, ya que nos ven desde «fuera del bosque» y aunque sea cierto que no todas las visiones externas son enriquecedoras y sí subjetivas, no está de más escucharlas y practicar de vez en cuando la sincera autocrítica.

Mis influencias artísticas (pintura, fotografía…)

Tengo el defecto o la virtud de no dedicar mucho tiempo a mirar lo que se hace; simplemente, prefiero hacer yo. Generalmente acabo mirando lo que amigos míos me aconsejan. Esto es muy bueno, ¡pues me hacen de filtro! Aunque reconozco que también limitan el abanico cultural.

En este sentido, soy una persona afortunada que ha tenido la suerte de relacionarse con personas cultas y apasionadas, cada una en su ambiente o disciplina, y han compartido muchos de sus conocimientos conmigo. He podido disfrutar de mucha pintura y música, que han enriquecido mi sensibilidad y criterio. Dentro de ese abanico, me he inclinado por aquellos que se corresponden con mi personalidad: pintores del romanticismo, algunos pintores contemporáneos abstractos, y la pintura y cultura orientales.

Fotográficamente, tengo bastante menos formación. La obra es tan extensa que me asusta empezar. Por el momento, sigo en mi línea de dejarme guiar. Hasta ahora, me han inquietado Michael Kenna y Karl Blossfeld…, ¿no os recuerdan a la pintura oriental?

Aunque sé que tengo en el tintero a los grandes clásicos para su estudio…, sé que dispongo de la bendición del amateur: la no-prisa, ya llegaré…

 

      3. Conclusión. Cuestionar lo establecido y distanciarse: Romper

Es imprescindible para el espíritu creativo evitar caer en las garras de la tecnología, esclavizarse y obcecarse por el estudio, condicionarse por el mercado que he descrito antes. Es mejor utilizarlos como medios. Son recursos a los que sacarles provecho, pero nunca deben ser utilizados como fin.

El reconocer y expresar la realidad sin condicionamiento es el fin al que se debe aspirar.

Pero…, ¿qué es la realidad? Esta pregunta, por simple que parezca, es fundamental para tener alternativas creativas a los convencionalismos establecidos.

Para acotar un poco la pregunta… ¿Cómo interpretar la realidad? ¿Cómo representar la realidad? Este es el momento de ver que cada persona la percibe e interpreta a su manera. No existe una realidad única.

El mar es el mar, pero ¿no es cierto que la variedad de visiones y realizaciones de la imagen del mar que podemos encontrar es infinita?

Admirar a nuestros maestros: sí, pero convertirnos en sus clones, no. Cuando encontramos una obra que nos llama la atención, debemos analizar qué es lo que nos ha impactado, destilarlo y reconocerlo como lección aprendida, pero no como camino a seguir.

Si nos distanciamos, o incluso rompemos con estos condicionantes, podemos empezar a expresarnos como nosotros mismos… Ver las cosas a nuestro modo, no como se nos ha inculcado, o como las hemos aprendido.

Si tengo que crear una obra personal, quizás debo empezar a mirar al mundo desde mi punto de vista, teniendo en cuenta que, a la hora de realizar una obra, existe una diferencia entre la intención, la realización propia y lo que el espectador interpreta al mirar dicha obra. Con suerte, habrá algún punto en común entre ellos, pero podría darse el caso de no ser así.

¡La realidad es una obra de nuestra imaginación! Como decía Albert Einstein:

La realidad es solo una ilusión, aunque muy persistente.

Si se acepta este concepto, se empieza a caminar hacia la libertad de percepción, se empieza a tener confianza en la propia obra.

  

    4. Final: Obra acabada

Una vez entiendo que mi objetivo es expresar mi realidad, me centro en el desarrollo de la obra que me ocupa.

Con mucho trabajo, con mi historia, mi distanciamiento de lo formalizado y mi forma de ver el mundo, todo ello de una manera consciente o inconsciente, solo tengo que esperar que en algún momento llegue la inspiración. En ese momento, en el que no sé ni cómo ni por qué, se aclaran las ideas y acabo concibiendo la obra.

No debemos buscar la originalidad, la encontraremos al omitir, sin llegar a despreciar ni evitar, lo ya hecho. Uno es tan esclavo de lo establecido como de obcecarse en llevar la contraria. Simplemente, hemos de andar un camino con criterio propio, que responda a nuestras necesidades creativas, a nuestra idiosincrasia. No tiene por qué ser universalmente original, ni valorada por nadie más que por uno mismo.

De eso se trata. Al final, aunque a todos nos gusta tener cierto grado de reconocimiento, es a nosotros mismos a quienes tiene que llenar nuestro trabajo. Hemos de ser felices con él. Solo entonces tendremos la posibilidad de sentir la satisfacción de haber creado una obra propia original, aunque solo sea «localmente».

La creatividad es un camino solitario que nos ha de llenar de satisfacción de por sí.

Para finalizar, os dejo con unas cuantas frases célebres, que creo se corresponden con este pensamiento, y con una selección de mis fotografías.

No sigas las huellas de los antiguos,
busca lo que ellos buscaron.
— Matsuo Bashō (1644-1694)

Definir es destruir, sugerir es crear.
— Stéphane Mallarmé (1842-1898)

Quien se aferra no progresa.
— Li Mu Bai (personaje de Tigre y Dragón, de Ang Lee)

 

Jaume Sellart

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