Durante 2011 celebramos el Año Internacional de los Bosques, bajo el lema “Bosques: la naturaleza a su servicio”. Motivos no faltan.

Son muchos los valores intrínsecos que reúnen estas comunidades vegetales en las que el protagonista es el árbol. Ya sea robledo, laurisilva, hayedo, alcornocal, sabinar, castañar, pinar… respiramos en el bosque mucha vida.

El bosque es el hogar de árboles, de mayor o menor porte, pero también de muy variadas especies de animales, plantas, hongos y líquenes. Su riqueza biológica es muy valiosa. Son los ecosistemas con mayor biodiversidad en tierra, llegando a acoger a más de la mitad de las especies del planeta.

Además, no podemos olvidar que en los bosques de muchos territorios perviven comunidades indígenas y locales que atesoran una cultura tradicional de gran valor.

Los recursos que nos proporcionan los bosques son diversos. La madera es su principal recurso, cuyo destino es la fabricación de múltiples productos de consumo, pero también nos ofrecen plantas medicinales, alimentos, fibras, tintes…

La leña y el carbón que nos aportan los bosques son la fuente de energía principal en muchos países en desarrollo.

Desde el punto de vista estrictamente económico, el sector forestal aporta un valor añadido a la economía de la Unión Europea de unos 21 000 millones de euros (año 2008), según Eurostat.

Como sabemos, los bosques son unos ejemplares sumideros naturales de CO2: absorben el dióxido de carbono presente en la atmósfera y lo incorporan a su biomasa a la vez que liberan oxígeno. Por lo tanto, desempeñan un papel fundamental para la calidad del aire y en la lucha contra el cambio climático.

La gran diversidad genética que atesoran es fundamental para los avances de la ciencia y la salud de hombre.

Los ecosistemas forestales ayudan a regular la cantidad y la calidad del agua facilitando su abastecimiento a buena parte de la población mundial. Asimismo, los bosques nos pueden prevenir de otras amenazas. Permiten frenar los impactos de las tormentas que derivarían en riadas e inundaciones a la vez que evitan la erosión de los suelos.

Según la FAO, los bosques sumaban una extensión total de 4033 millones de hectáreas en 2010, lo que representa el 31 % de la superficie de tierra del planeta. Sin embargo, durante la última década se ha registrado de media una pérdida neta de unos 5,2 millones de hectáreas de territorio forestal cada año. Por lo que respecta a España, la superficie boscosa es de 18,2 millones de hectáreas, habiendo experimentado un aumento neto de unas 120 mil hectáreas cada año, lo cual es una buena noticia. Pero ello no garantiza que no existan riesgos permanentes para la pervivencia saludable de la masa forestal.

Diversos son los valores y beneficios que presentan los bosques, pero también múltiples las amenazas. La tala no controlada de árboles para el aprovechamiento de madera, urbanizaciones, pistas y carreteras, extensión de cultivos y zonas de pastoreo es una grave e irreversible amenaza que proviene de la mano del hombre.

Además de la tala insostenible de árboles, otro de los riesgos que cada año acechan a nuestros bosques son los incendios. Los últimos datos publicados por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino indican que en España se registró un total de 11 475 incendios y conatos afectando a una superficie forestal de casi 47 000 hectáreas.

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La contaminación atmosférica es otra de las amenazas que afectan a los ecosistemas forestales. La calidad de los bosques y la vida de las especies que acogen se encuentran también en peligro por la lluvia ácida que proviene de los gases industriales.

Sin duda debemos exigir que la acción política de los gobiernos lleve a cabo una gestión forestal sostenible para poner freno a la destrucción de los bosques y garantizar su conservación. Al mismo tiempo, en nuestras manos está la posibilidad de propiciar la salvaguarda de los bosques, convirtiendo en algo cotidiano una serie de buenas prácticas medioambientales. El consumo responsable del papel y cartón, la utilización racional de la energía y los recursos hídricos, el uso sostenible del transporte, la compra de productos con etiqueta ecológica y el disfrute respetuoso de la riqueza vital que acogen los bosques son solo unos ejemplos.

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Arístides M. Arrocha

Comité de Conservación

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